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Carmen García Tejera | El infinito en un junco

Para muchos de nosotros, uno de los mayores paliativos durante el confinamiento al que nos sometió la pandemia fue la lectura. Los libros nos devolvieron mucho de lo que la amenaza omnipresente del virus nos había confiscado: se convirtieron en un poderoso y eficaz procedimiento para poder viajar, para correr aventuras, para luchar contra monstruos reales y para conjurar el miedo, la tristeza, la incertidumbre…


Y casi coincidiendo con este difícil periodo, ocurre que El infinito en un junco (publicado en septiembre de 2019) ha alcanzado ya su trigésimo novena edición, además de una buena cosecha de premios, encabezado por el Nacional de Ensayo en 2020. Ensayo, sí. Dato más que llamativo porque, habitualmente, tal cantidad de ediciones y de premios recaen sobre obras que pertenecen a los géneros de ficción, especialmente las novelas.

Claro que este ensayo no responde a los rasgos convencionales con que identificamos esta modalidad. Y también es verdad que, al adentrarnos en sus páginas, tenemos más que la sensación de estar leyendo una novela, o escuchando un relato mágico, o participando de una maravillosa aventura, o viajando por lugares y escuchando historias que nos remiten a un pasado lejano pero que –oh, casualidad– a menudo se identifica demasiado con el presente.

Y es que este libro (traducido ya a 32 lenguas) nos habla precisamente de los libros –o, como reza el subtítulo, de “la invención de los libros en el mundo antiguo”–. Afirma la autora que “el primer libro de la Historia nació cuando las palabras, apenas aire escrito, encontraron cobijo en la médula de una planta acuática. Frente a sus antepasados inertes y rígidos, el libro fue desde el principio un objeto flexible, ligero, preparado para el viaje y la aventura”.

Debemos indicar que en Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) confluyen tres circunstancias que la han llevado a emprender esta tarea y a culminarla con éxito: ser una enamorada de los libros desde niña, doctora en Filología Clásica y novelista.

Una triple conjunción de la que resulta una obra –tan fundamentada y rigurosa como amena e incluso divertida– que nos permite sumergirnos en el azaroso recorrido de los libros: del paso de la oralidad a la escritura, de la creación de alfabetos, de la configuración de las primeras bibliotecas, de la lucha por conseguir y atesorar el mayor número posible de obras; de censuras, destrucciones, quemas de libros; de la evolución de sus distintos materiales y formatos, de escritores conocidos y escritoras silenciadas… Todo un universo, en fin, circunscrito a la historia de Grecia y de Roma, aunque solo como punto de partida.

Uno de los elementos más interesantes –a mi juicio– de este “ensayo novelado” es la relación que establece la autora entre la Antigüedad Clásica y nuestro actual mundo hiperconectado: sus consideraciones y reflexiones sobre determinadas actitudes y aconteceres de ayer son sospechosamente similares a los que vienen sucediendo en los últimos años, incluso comprobamos cómo aparecen reflejados en obras literarias y películas de estos dos últimos siglos.

Como Aracne, la diosa tejedora de la mitología griega, Irene Vallejo ha combinado hábilmente los hilos –intrincados y sutiles– que, a lo largo de la historia, han configurado el fascinante mundo del libro, del “texto” (el “tejido”). El resultado (como se nos indica en la contraportada) es “una fabulosa aventura colectiva protagonizada por miles de personas que, a lo largo del tiempo, han hecho posibles y han protegido los libros”.

Ciertamente la lectura ha sido nuestra gran aliada en estos tiempos difíciles. La de esta obra –un homenaje también a los lectores– nos ha ayudado a comprender, más y mejor, el protagonismo del libro en nuestras vidas. Porque, como afirma Irene Vallejo, “sin los libros las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido”.

Ficha técnica

Título: El infinito en un junco.
Autora: Irene Vallejo.
Edita: Siruela. Biblioteca de Ensayo.
Ciudad: Madrid.
Año: 2019.
ISBN: 978-84-17860-79-0.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: IRENE VALLEJO (FACEBOOK)