Ir al contenido principal

Jes Jiménez | Serpientes Arcoíris

El pasado lunes leí en un periódico que se pronosticaba una tormenta solar que podría impactar con nuestro planeta y provocar interferencias radioeléctricas. Hasta aquí nada demasiado novedoso, dado que estas tormentas solares se producen de vez en cuando y, salvo ocasiones excepcionales, no tienen efectos graves. Pero lo que me ha llamado la atención es que la científica que redactó esta predicción la describía como un "filamento con forma de serpiente" proveniente del Sol.


Precisamente terminaba mi artículo anterior con la serpiente-mujer, o mujer-serpiente, pintada por Miguel Ángel. Así que me siento doblemente motivado a escribir e indagar algo más sobre las serpientes y, más en concreto, sobre las Serpientes con mayúsculas, las que han tenido una especial significación en el imaginario de los humanos desde los tiempos más inmemoriales.

Serpientes podemos encontrar muchísimas, tanto en mitos sagrados orales o escritos, como en imágenes de culturas diversas. Pero decido iniciar mi búsqueda en las serpientes pintadas y narradas por los aborígenes australianos. Y lo hago por varias razones. Primeramente, por la extraordinaria antigüedad y continuidad de las culturas que allí se han desarrollado.

Se tienen datos de presencia humana en el continente australiano desde hace 50.000 a 65.000 años. Aunque estas sociedades no han desarrollado sistemas de escritura verbal, sí que han plasmado sus ideas y mitos religiosos en grabados, pinturas, telas, trabajos de cestería, ornamentos…

Y lo han hecho con una gran riqueza y originalidad plástica desde, al menos, hace 28.000 años. No olvidemos que las pinturas hechas por humanos más antiguas que se conocen hoy en día son originarias de la isla de Sulawesi, que no está demasiado lejos y de las que ya hablé en una entrega anterior.

Además, los temas y las formas tradicionales de mostrarlos se han mantenido hasta nuestros días con una vitalidad extraordinaria que ha sabido resistir una colonización europea que despreciaba y arrasaba los conocimientos y las creencias de los aborígenes. Y esto nos permite acceder a los significados de esas imágenes mediante las interpretaciones contemporáneas de sus autores.

Y una última razón para esta elección ha sido el desconocimiento, inmerecido y generalizado, de estas culturas, que han sido capaces de sobrevivir durante miles de años, adaptándose a entornos naturales sumamente difíciles y produciendo culturas de una gran riqueza simbólica, a pesar de no haber construido palacios o catedrales.

Pues bien, la Serpiente Arcoíris es uno de los mitos más importantes en los relatos sagrados de los australianos indígenas. Aunque, en realidad, más bien deberíamos hablar en plural de Serpientes Arcoíris, ya que no se trata de un ser único. En algunos lugares se representa al ser creador Kunmangurr como la Serpiente Arcoíris y en otros, la Serpiente Arcoíris Juntarkal es la que otorga el lenguaje a todos los humanos.

En el segundo artículo que dediqué a lo individual y lo colectivo, ya mencioné el arte de los Kunwinjku y su pervivencia durante miles de generaciones. Y para ellos, la Serpiente Arcoíris es la Gran Creadora, la Primera Madre.

Hace casi 10.000 años empezaron a aparecer las criaturas marinas en las pinturas rupestres y, entre ellas, surgieron las Serpientes Arcoíris como seres creadores asociados con el agua. Aparecen en esas pinturas no solo como culebras sino, también, con cabezas de pájaro, de canguro o, incluso ,como humanos.

Aquí podemos ver una reproducción en blanco y negro de una pintura del artista aborigen contemporáneo Bruce Nabeyeko. Su título es Yingarna, la Serpiente Arcoíris y está realizada en 1989, aunque siguiendo modelos tradicionales. Se trata de una representación de la Serpiente Arcoíris devorando a personas que regurgitará más tarde, una vez transformadas.

Este tema es habitual en gran parte de la Australia aborigen como metáfora de la transición de un estadio espiritual a otro. Y es una de las características de los relatos ancestrales sobre la génesis del mundo. Se trata de un motivo sagrado que se utiliza en ceremonias de iniciación para inducir la transición a un nivel superior.

Sin duda, es curiosa esta función de la serpiente como inductora de una nueva vida espiritual superior. La serpiente facilita el camino de la perfección espiritual. En principio, parece un papel muy diferente al de la serpiente del Paraíso terrenal. ¿O no tanto?

En un área australiana próxima viven los yolngu, que tienen entre sus temas religiosos principales la Gran Pitón Wititj y las hermanas Wagilag. En una obra de Tjam Yilkari Katani titulada Wagilag (1937), se puede ver la pitón que emerge de un pozo. El relato dice que sorbió las aguas del pozo y escupió al cielo para formar las nubes de lluvia del primer monzón.

En la continuación del relato, Wititj vuelve a alzarse hacia el cielo y las aguas inundan la tierra, al igual que fueron anegadas las tierras habitadas por Noé pero, en esa ocasión, por la voluntad del Dios hebreo. Posteriormente, Wititj creó un fuerte viento que hizo que se apartaran las aguas (parece que hay alguna similitud con la acción de Moisés en el mar Rojo relatada en la Biblia).

En otro relato de los Kunwinjku, Yingarna, la madre Serpiente Arcoíris, se transformó en Waramurungundj (la Madre Tierra). Creó muchas islas, gentes y lenguajes. De ella nacieron las serpientes Arcoíris Ngalyod (varón) y Ngalkunburriyaymi (hembra), Y a esta última la podemos ver en esta ilustración de Alex Nganjimirra, artista contemporáneo fallecido en 2006.

En la imagen, Marrayka (una especie de sirena de agua dulce) está seduciendo a Luma Luma, mientras Ngalkunburriyaymi, enfadada y celosa, intenta conseguir la preferencia de Luma para ella. Como en la pintura de Miguel Ángel, los protagonistas son un hombre, una mujer y una serpiente-mujer. Y si el contenido sexual es explícito en la imagen australiana, en la obra de Miguel Ángel está plenamente sugerido en unas figuras cargadas de sensualidad e insinuaciones visuales.

JES JIMÉNEZ SEGURA