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Moi Palmero | El periplo del héroe

La sentencia que condena subsidiariamente a Paco Martínez Cosentino con seis meses de cárcel y a indemnizar con 1,1 millones de euros a cinco trabajadores de una marmolería gallega afectados por silicosis ha puesto de manifiesto el reconocimiento social, empresarial y político hacia su persona, al héroe que está muy cerca de convertirse en leyenda o, quién sabe, de ascender al panteón de los dioses transformado en divinidad.


Su biografía se adapta a la estructura que Joseph Campbell describe en su obra El héroe de las mil caras, en la que analiza las diferentes etapas, repetidas en los relatos épicos de todo el mundo, y que llamó el "monomito", el viaje o "el periplo del héroe".

Descendiente de inmigrantes italianos que montaron una pequeña fabriquita, en la que el padre vendía lápidas de mármol, y la madre embutidos, el joven héroe tuvo un sueño: demostrarle a todos que su comarca, de la que no ha querido salir, era la mejor del mundo.

No necesitaba lanzarse hacia lo desconocido, complicarse su existencia, pero quería superarse y construir una gran empresa. Se formó en Barcelona, fue maestro, concejal de su pueblo, se arruinó cinco veces, pero tuvo la visión, el talento, el coraje, la habilidad empresarial y la confianza de sus hermanos para perseverar, para levantarse, para salir al mundo y vender sus productos.

Consiguió no solo crear un imperio presente en cinco continentes, sino convertirse en un hombre poderoso, de esos capaces de manejar a los políticos, de hacer esperar a presidentes del Gobierno en el salón de su casa, que venían a pedirle la autovía que ellos no podían pagar.

Un poder supremo, de esos que solo compra el dinero y que somete a cualquiera que lo necesite. No puedo imaginar los momentos históricos vividos entre las paredes de su mansión, o las conversaciones, promesas, pactos y corruptelas cerradas con un apretón de manos y gambas rojas de Garrucha. Habrá que esperar a la película.

Da igual si conocía las enfermedades que provocaría el Silestone, o fueron errores de cálculo, de previsiones, de optimismo. Si dejaron de informar a las empresas que trabajaban con su producto, o si tomó las medidas necesarias para que sus trabajadores directos no enfermasen. Si muchos murieron, si otros sufren la agonía, si destrozaron familias y sueños. Si compraron el silencio de resignados familiares para defender la empresa o velaban generosamente por el bienestar de los enfermos.

Si hubo corrupción de algún funcionario que no dio la alerta nacional, cuando lo multaron en 2002. Si daba más o menos mascarillas; si cambiaba a los operarios cada tres años de puesto de trabajo; si invirtieron, cuándo, cómo y cuánto, en mejorar los sistemas de prevención. Si nuestros políticos, que lo nombraron Hijo Predilecto de Andalucía, o le otorgaron el Premio Reino de España, pensaban en las leyes que crean y defienden, y en los derechos de los trabajadores y su salud.

Da igual, porque la sociedad necesita héroes a los que aferrarse, y más si son simpáticos y generosos, si pagan las fiestas del pueblo, becas a estudiantes, la entrada del piso de dos enamorados, las campañas electorales de los amigotes, los coches de Fernando Alonso, o las series de entretenimiento.

Todo lo demás son daños colaterales, pequeños sacrificios humanos, ambientales, legales, que hay que hacer para levantar y mantener un imperio; secretos que pesan sobre tu conciencia cuando alguien te los recuerda a la cara, pero que se olvidan cuando ves la cuenta de resultados, cuando te aplauden, vitorean y te condecoran con medallas o insignias en la solapa.

Algunos de los sentenciados a muerte solo quieren que el Ciudadano Cosentino les pida perdón, pero de verdad, no firmando un cheque y a instancias de un juez. Pero no podrán conseguirlo, la inmortalidad aún no se compra.

El gigante sigue su camino. Por si pierde los 23 juicios pendientes, provisiona 8 millones de euros de los 103 que ganó en 2021. Calderilla y buenas palabras para seguir defendiendo su honor porque no reconoce la totalidad de su responsabilidad.

Diversifica su negocio invirtiendo en campos de golf y en urbanizaciones en playas que hay que regenerar con arena cada año, pero que llevan la etiqueta de "sostenibles" y de ejemplo para el mundo. Y el imperio empieza a pasar a manos de sus herederos.

Algo, marcado por las leyes naturales, pero que puede llevar a su destrucción, como pasó con la Macedonia de Alejandro Magno. Pero eso es adelantarse al futuro, aunque si ocurriese, agrandaría mucho más la leyenda de Paco, el héroe de las mil caras. O el villano del corazón de granito.

MOI PALMERO