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El Consejo Regulador alerta de la "dispersión" de orugas peludas por algunos viñedos del marco Montilla-Moriles

Apenas tres meses después de la aparición de los primeros nidos de oruga peluda en viñedos de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles, el Consejo Regulador ha alertado de la "dispersión" por algunas fincas del marco vitivinícola de los primeros ejemplares de este lepidóptero que ataca a cultivos como las habas o la vid y que, de no atajarse a tiempo, es capaz de causar “auténticos estragos” en las plantaciones.


Según detalla el Aula de Viticultura del máximo órgano de control de los vinos cordobeses a través del boletín que emite semanalmente la Agrupación para el Tratamiento Integrado en Agricultura (Atria), la presencia de orugas peludas en los viñedos del marco es muy notable, de ahí que se haya insistido en que "no deben coincidir los gusanos con las viñas en brotación".

"Es muy importante vigilar el estado de las yemas –lloro, desborre y brotacion– y observar la evolución de la oruga en nuestras viñas, en las lindes y en las parcelas colindantes", recomienda la responsable del Aula de Viticultura, Ángela Portero, quien aclara que las orugas han abandonado ya los nidos y están dispersas por el terreno, "devorando las hierbas espontáneas".

Según Ángela Portero, "los gusanos presentes en el viñedo van a alimentarse de los brotes, causando la pérdida de cosecha en las yemas roídas", de ahí que recomiende aplicar tratamientos mediante pulverización pero "solo en las cepas afectadas o, en su caso, en todo el viñedo, según el estado de las orugas dispersas en la parcela".

"Cuando están en los nidos, lo ideal es destruir las telarañas que las protegen y matar las orugas por métodos mecánicos o químicos pero, cuando ya están dispersas, el método de control más recomendable es el químico, siempre mediante productos autorizados", advierten desde el Consejo Regulador, que recuerdan que "las orugas errantes son las más voraces", dado que atacan las yemas brotadas del viñedo e, incluso, de otros cultivos como las habas.

Las orugas errantes se alimentan de las yemas principales, lo que obliga a la planta a brotar una yema secundaria que ya no presenta racimos, por lo que genera una importante pérdida de cosecha. Por este motivo, el Consejo Regulador anima a los viticultores que detecten ejemplares de este lepidóptero a tomar cartas en el asunto, dado que es en marzo cuando alcanzan el tamaño suficiente para dispersarse por la viña, atacando las yemas recién brotadas.

Y es que, como insisten desde el Aula de Viticultura, “la presencia de oruga peluda en terrenos que no se labran es importante y las consecuencias para el viñedo pueden ser serias en el caso de que la brotación de las cepas se adelante y coincida con la diseminación de los primeros ejemplares”.

Las colonias de oruga peluda son capaces de recorrer hasta 300 metros de distancia, permitiendo que, al año siguiente, “estén separadas y no compitan por el alimento”. En los últimos estadios del desarrollo, las orugas errantes se alimentan vorazmente y son las que dañan el viñedo por lo que, en su caso, es preferible acometer la destrucción de las colonias cuando están agrupadas.

“Las colonias pueden destruirse con lamparillas o pisándolas, cuando aún son pequeñas, especialmente en viñedos ecológicos o en parcelas que tengan limitado el uso de productos químicos”, recalcan desde el máximo órgano de control de los vinos cordobeses.

Aunque pueden aplicarse insecticidas autorizados en terrenos sin labrar, lindes, bardales u olivares con cubierta vegetal, desde el Aula de Viticultura del Consejo Regulador advierten que los tratamientos generalizados en el viñedo pueden eliminar también los insectos auxiliares que controlan los focos de araña, de ahí que se suelan recomendar acciones “más selectivas” y “focalizadas”, centradas exclusivamente en la erradicación de la oruga peluda.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: J.P. BELLIDO
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