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Rafael Soto | ¿Qué sabe el cine de nosotros?

El pasado 9 de febrero se celebró una efeméride en la Filmoteca Española: el centenario del estreno de Das Cabinet des Dr. Caligari (El gabinete del doctor Caligari, 1620), de Robert Wiene. El guion de esta película de terror fue elaborado por Hans Janowitz y Carl Mayer, basado en un hecho real vivido por el propio Janowitz.



Como suele decirse en estos casos, ¡ojo! ¡Spoiler! El joven Franzis cuenta la llegada a su ciudad natal del doctor Caligari con un sonámbulo, Cesare. Se suceden varios crímenes, ordenados por Caligari a un Cesare inconsciente. En el quinto acto, el criminal es detenido y metido en un hospital psiquiátrico. Sin embargo, en un último acto añadido al guion original, tras la narración del joven, el espectador se encuentra con la sorpresa de que Caligari es en realidad el director del psiquiátrico, y que Franzis es un internado más. Al final de la película, tras sufrir un ataque del protagonista, el director afirma con una mirada inquietante: “¡Por fin comprendo su locura! ¡Me tiene por el místico Caligari! ¡Y ahora también sé cómo curarlo!”.



Esa es la clave de la película: ¿Quién es el enfermo? ¿El joven o el doctor? ¿La autoridad enloquecedora es la encargada de la curación? Los guionistas manifestaron su deseo de mostrar la superación de la autoridad totalitaria, y se sintieron molestos por el añadido que invirtió los papeles. Si Franzis es el enfermo, el doctor es una autoridad benéfica. Si no, el joven queda a su merced. Una duda imposible de resolver con la información aportada por la película y que ha dado lugar a numerosas publicaciones.

Todavía el lenguaje cinematográfico estaba en construcción y, de hecho, la película tiene mucha herencia del teatro. Los decorados reflejan la mente del desquiciado, con escritorios y sillas de casi dos metros de altura, imágenes retorcidas, paredes de proporciones irregulares... Y a todo ello hay que sumarle las particularidades de las películas mudas del período.



Das Cabinet des Dr. Caligari es considerada la primera película del movimiento conocido como Expresionismo alemán, y fue la primera película notable de la industria cinematográfica de la República de Weimar. Hay quien considera que la primera del movimiento fue la pionera Der student von Prag (El estudiante de Praga, 1913), si bien siempre lo he considerado más como un antecedente que como un hito fundacional.

No todo el cine de Entreguerras en Alemania fue expresionista, pero sí que tuvo un carácter único. Entre el expresionismo y el realismo, nos encontramos con películas emblemáticas como Genuine (1920), Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (Nosferatu: Una sinfonía del horror, 1922), Dr. Mabuse (1922, en dos partes, que daría lugar a una saga), Die Straße (La Calle, 1923) Metrópolis (1927), Der blaue Engel (El Ángel Azul, 1930, que lanzó al estrellato a Marlene Dietrich), M, Eine Stadt sucht einen Mörder (M, el Vampiro de Düsseldorf, 1931) y otras joyas desconocidas por el gran público.

Si aceptamos las tesis de Sigfried Kracauer, todas ellas reflejan un estado psicológico favorable al totalitarismo, que facilitó el ascenso del nazismo. En especial, Kracauer hace hincapié en los principios del cine de Entreguerras, netamente expresionista, y el último período, ya influido por la industria estadounidense y más cercana al realismo.

Si bien es fruto de una casualidad, no son pocos a los que se les escapa que la primera película notable de la República de Weimar concluye de la misma manera que la última película importante de este período, Das Testament des Dr. Mabuse (El testamento del Dr. Mabuse, 1933): en un psiquiátrico. Buena metáfora de lo que fue el país.

En 2014 se estrenó el documental Von Caligari zu Hitler: Das deutsche Kino im Zeitalter der Massen, expuesto en el Festival de Cine de Sevilla, que trata de explicar el cine de la República de Weimar desde las tesis de Kracauer: “¿Qué sabe el cine de nosotros, que nosotros no?”. Una pregunta inquietante.



Me he hecho muchas veces esa pregunta en nuestro contexto. ¿Qué sabe el cine de nosotros que nosotros mismos no sepamos? No sé si hay una respuesta. Sería reconocer que es posible extraer las tendencias psicológicas de una población a través del análisis del contenido o, incluso, del discurso, de un corpus conformado por películas.

Sea como sea, vale la pena reflexionar sobre la cuestión en un momento en el que el país no se sostiene: los populismos arrecian, la crisis económica promete agudizarse y no hay valores estables. ¿Qué dicen de nosotros películas como Dolor y Gloria, Quien a hierro mata, Mientras dure la Guerra o Lo que arde? Admito que no me siento capacitado para encontrarle una solución. No soy tertuliano.

En cualquier caso, para los que tengan curiosidad, les diré que el evento de la Filmoteca Española fue un éxito. La sala 1 del Cine Doré de Madrid estuvo casi lleno, y disfrutamos de música en directo de manos de un DJ alemán especializado en la musicalización de obras del período, Raphäel Marionneau. Una gozada que no creo que se repita en mucho tiempo. En cualquier caso, recomiendo visualizar la película a quien no lo haya hecho ya. No deja indiferente a nadie.

Haereticus dixit.

RAFAEL SOTO