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María Jesús Sánchez | Mi reloj de arena

Tengo –tenemos– dos opciones en este momento: o nos miramos el ombligo y despotricamos todo el día acerca de nuestra mala suerte y nos hundimos en el lodo del victimismo o miramos alrededor para ver qué hacer que nos haga sentir bien, dentro de las posibilidades de la jaula de la pandemia. Buscar emociones que nos hablen de vida y no de muerte.


El viernes pasado fue uno de esos días en los que algo se rompió en mí y pensé: "esto no es vivir, es dejarse arrastrar por las malas noticias". ¿Qué me hace feliz a mí? ¿Qué me emociona? Claramente, el arte en todas sus versiones.

Busqué la oferta cultural de mi ciudad y esa misma tarde había un recital de la soprano Ainhoa Arteta y la mezzosoprano Nancy F. Herrera. Ahí iba a estar yo. Sola o acompañada. Al final, una de mis amigas del alma me acompañó. Otra alma que vibra con la música.

Nos tomaron la temperatura, respetamos las distancias de seguridad y nos sentamos en nuestros asientos. Una entrada no muy cara nos permitió volar durante casi dos horas. Dos mujeres brillantes que no se hicieron sombra. Ainhoa, con sus agudos y su divismo no histriónico, y Nancy, con la artista que es. ¡Qué Carmen más maravillosa! Con su vestido fucsia de cola y sus movimientos de mantón bordado capaces de derrotar a toda la tropa francesa.

"Lo necesitaba". Ese fue el suspiro que se nos escapó a las dos a la salida. Necesitábamos sentirnos vivas, ya sea con un paseo por el campo, comiendo al aire libre con un amigo o escuchando a todo volumen ese disco de rock que nos vuelve locas.

Ayer practiqué otra de mis pasiones: hice una visita guiada a un pueblo cercano y aprendí algo más de nuestra historia, de cómo vivían los que nos han precedido. De cómo el hombre y la mujer siempre se han movido para descubrir nuevos lugares; de cómo han ido evolucionando y de lo que aún nos queda por mejorar.

Plantéate qué hace tu día diferente, qué pequeño gesto o decisión pueden marcar la diferencia entre la rutina y un momento para recordar. No se necesitan grandes estridencias, solo buscar la ilusión y dejarse llevar por ella. No quiero que el tiempo me huya: seré yo la que lo controle con mi reloj de arena.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ