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José Antonio Hernández | Aprender a descansar

En mi opinión, descansar de manera adecuada es una habilidad que nos exige un permanente y un correcto aprendizaje. Tengo la impresión de que los animales lo hacen mejor que nosotros, los seres inteligentes humanos. Para descansar, en el sentido etimológico de esta palabra, es imprescindible, en primer lugar, que estemos cansados y, por eso, no es posible hacerlo cuando no nos lo pide el cuerpo ni lo aconseja el espíritu.


Pero también es cierto que no podemos descansar adecuadamente cuando hemos trabajado o descansado excesivamente. Aceptemos al menos que, igual que la alimentación, el descanso requiere que desarrollemos habilidades para administrarlo de una manera saludable.

Para descansar necesitamos, en primer lugar, "desconectar" física, mental y afectivamente de las ocupaciones y de las preocupaciones cotidianas. El descanso nos alimenta cuando nos ayuda a contemplar nuestras vidas desde el silencio y desde la intimidad, cuando paramos el reloj interior, ese mecanismo mental que nos impulsa a seguir la carrera frenética de nuestras agendas. Para descansar debemos volver a aprender a detenernos para mirar a los ojos a las personas, a contemplar la naturaleza y, sobre todo, a regenerarnos en el diálogo –nunca alcanzado plenamente– con nosotros mismos.

Todos, con independencia de la edad que hayamos cumplido, debemos estar en guardia para evitar la tentación de dejarnos llevar por el frenesí de la hiperactividad, de caer en la trampa del activismo con el fin iluso de sentirnos unos protagonistas absolutos.

El aprendizaje del descanso nos ayuda a cultivar la mirada contemplativa, a mantenemos en contacto con nosotros mismos, a reemprender nuestras tareas de una manera razonable y provechosa sin anestesiar nuestra mente por falta de aliento, y sin devorarnos mutuamente.

Un descanso adecuado nos ayudará a estar más conscientes de nuestras vidas, a mejorar nuestro rendimiento y, probablemente, a evitar el mal humor y la irritabilidad que enrarece la atmósfera y amarga las relaciones con nosotros mismos.

En mi opinión, quizás la fórmula más fácil sea compartir el tiempo con los que nos quieren, disfrutar con nuestros amigos, con nuestros familiares y, sobre todo, con nosotros mismos. Este mes de agosto nos proporciona otra oportunidad para descansar el cuerpo y el espíritu, para vivir la vida e, incluso, para, superando la pereza, seguir creciendo con independencia de la edad, de las creencias, de las posibilidades económicas e, incluso, del estado de salud, a condición de que evitemos el aburrimiento, esa desagradable sensación de desgana, de cansancio y de fastidio que nos produce la rutina.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO