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Pepe Cantillo | La ley del embudo

Según la Enciclopedia Universal, la ley del embudo es “una expresión popularmente acuñada para denunciar una injusticia surgida en alguna confrontación o disputa…” que puede resumirse como lo ancho para mí, y lo estrecho para los demás. En este caso, los demás son los putos españoles porque nosotros, puros y castos catalanes, nunca jamás ofendemos. Este dicho se complementa con otros, si no iguales sí parecidos, como “siempre me toca bailar con la más fea” o “los mandamientos del mundo se reducen a dos: quítate tú para que me ponga yo”.



Las fiestas que se suelen celebrar, repartidas por todo el país, son muchas y muy variadas. Basadas en la representación de personajes públicos o privados y el fuego hay algunas de ellas que son interesantes y divertidas. Reseño brevemente alguno de tales eventos.

Como fiesta grande y basada en el fuego, las Fallas valencianas, catalogadas como fiesta de Interés Turístico Internacional, son únicas y vienen de mucho tiempo atrás. En su origen era una fiesta sencilla donde se quemaban restos de madera y trastos viejos. Digamos que era una tertulia de vecinos alrededor del fuego y con un vaso de vino.

Actualmente, los “ninots” (figuras de cartón, madera y papel o tela), muchos de los cuales representan personajes del entorno o foráneos con cierto tono provocativo o satírico, se queman la noche de la “Cremá”. Los muñecos son copias lo más parecidas posible al personaje que representan. Nadie ha pretendido denunciar tal crematorio. Acompaño un vídeo de la Nit del Foc de 2019.



Vamos con la parte estrecha de la ley del embudo y su explicación. ¿Hacia dónde quiero dirigir estas líneas? Aun resuena en el aire (el eco de la memez) el “cipostio” que han montado los supuestos “demócratas” por la quema de muñecos que desde hace años se realiza en determinados pueblos peninsulares. Vamos con los coripeños y su Judas Iscariote.

En Coripe, como en otros tantos pueblos, tienen la costumbre de realizar la quema del “Judas” como rememoración de la traición hecha por dicho personaje contra Jesús. Este año “el Judas” que había que ajusticiar ha sido Puigdemont. En años anteriores quemaron muñecos varios sin que ello levantase ampollas malolientes. ¡Claro, no eran de mi cuerda!

Dicha quema simbólica (repito) vale de ejemplo para reprochar “lo negativo para la sociedad” que han realizado señalados personajes públicos. Por muñecos del crematorio festero han pasado Felipe González, Iñaki Urdangarín, Aznar o Bárbara Rey. En Alfaro (Logroño) aunque no suelen ser pirómanos, este año decidieron quemar a Abascal. Hay que recordar, y me repito, que con los ninots se hace algo parecido.

Fiesta similar a la de Coripe también se celebra en Robledo de Chavela (Madrid), en Pedro Abad (Córdoba), Venta del Moro (Valencia), Villadiego (Burgos), Chozas de Canales (Toledo), Talayuelas (Cuenca), Samaniego (Álava) Cabezuela del Valle (Cáceres) Bocígano y Zarzuela de Jadraque (Guadalajara). Podríamos citar más, cada una de las cuales tiene características propias que gustan o no por diversas razones.

El hecho ha molestado enormemente a la integridad moral y política de acólitos y personajes catalanes hasta el punto de bramar en su cuenta de Twitter un tal Torra: “Sencillamente, hórrido. Asco extremo. Intolerable. Lo denunciaremos”, ha escrito dicho personaje. Hasta aquí la cara estrecha del embudo.

Pasemos a la parte ancha del embudo. Tanto dentro de Cataluña como fuera de ella, los que ahora se rasgan las vestiduras son los que aplauden la quema de fotos y efigies del Jefe del Estado –como tal Estado no es el suyo, dirán–, quedándose tan panchos.

“No tiene sentido que se rasguen las vestiduras cuando la Fiscalía abre diligencias por la quema de la efigie del Rey” y para colmo apelan a la libertad de expresión para justificar dicha acción. Buen comienzo éste para ser independientes. ¿Quiénes? ¡Hombre! Los Països Catalans que vamos todos juntos.

Han aplaudido la quema de la bandera estatal –como no es la suya...–. Como siempre, tu bandera (España) es un trapo para nosotros. La buena es la estelada que es sa-gra-da. Si la ofendes te las verás conmigo, dicen todos los que cambian de cara y chaqueta cuando la supuesta ofensa o el daño se lo hacen a ellos.

Estamos ante una triquiñuela más de las muchas empleadas últimamente para abonar la razón de sus intereses políticos denunciando con ello la malquerencia, la mala voluntad del resto de España contra ellos, dicen. Porque España no nos quiere…

Para quien esté inmerso en la verdad absoluta queda claro que los hechos son (para ellos) censurables. ¿Por qué? Por rememoraciones cristianas trasnochadas, ¡quia! Por ataque directo a la democracia, ¡por favor! Simple y llanamente han bramado ante dicho acto “que consideran un presunto delito de odio” contra ellos que jamás odiaron a nadie.

Cito una intervención en Onda Cero. “Monólogo de Alsina, sobre la quema del muñeco de Puigdemont: Qué vas a esperar, Carles, de un estado fascista”. La gente de derechas es facha. España es fascista (facha) según los sensatos y sensatas del “País de Nunca Jamás” con su hada Campanilla que deben ser todos de izquierda y que si acaso solo son fachosos y fachosas algunos. Peter Pan y Campanilla nunca mueren.

Y a la manida y manoseada cantinela de “España nos roba”, hay que añadir “España nos ofende”, “España nos odia”, “España no nos quiere”. ¡Puta España…! Y no digamos “na” si los ofensores son andaluces, como ocurre en este caso.

Me atrevo a añadir, aun a costa de parecer políticamente incorrecto, una crítica. Es que los andaluces no tienen remedio, son unos mamarrachos que no valen para nada, pensarán los muy cultos (cortos amiguetes). Porque si el personal hace memoria podrá recordar que los españoles, en general, somos muñecos no apreciados y los andaluces menos, pues se nos humilla cada vez que hay ocasión para ello, con razón o sin razón.

La historia reciente desde los años ochenta, por no irme más lejos, está plagada de juicios malévolos contra la gente andaluza (vagos y maleantes, perezosos, festoleros y mil epítetos mas…). Las diatribas siempre han partido de la cúpula política.

Si curioseamos en discursos políticos, en algún que otro libro, en conferencias públicas, declaraciones políticas de algún “Molt Honorable” podremos confirmar tal aseveración. En síntesis, “Puigdemont (como chamuscado) acusa, Torra amenaza”. Ambos tienen el título de Molt Honorable. Una cuestión es tenerlo y otra confirmarlo en la realidad.

La otra parte de dicho embudo, la ancha, es para “los buenos ciudadanos” (¿¡?). Acoso sistemático a partidos que no sean de su cuerda –parece que ninguno lo es–. Escraches dentro de su territorio (uso esta palabra que parece suena mejor que “acoso”) a políticos de cualquier otro partido. Como tienen muchos huevos hasta bombardean con ellos a quien se le ponga por delante y si no que se lo digan a Marta Sánchez.

Acojonamiento de familiares de políticos contrarios, amarillismo sensacionalista al estilo de cómo lo practica la mejor prensa amarilla. De tal acoso no se ha salvado ni el Tato, torero del siglo XIX que no se perdía un sarao por nada del mundo. Supongo que quieren demostrarnos que “tienen más cojones que el caballo de Espartero”.

Pintadas contra partidos, contra personas concretas de tales siglas, siempre apelando al derecho a la “libertad de expresión”. La lista de agravios (“justificados”, dirán) es larga. Solo hay un “pero”. Siguen comiendo de los presupuestos de un Estado enemigo del que quieren separarse.

Sensacionalismo, como lo practica la prensa amarilla. Ante este panorama de choques y tropezones dialécticos se podrían aducir muchos y variados ejemplos, acertados para unos, falaces para otros, pero caer en la demagogia solo sería alimentar un fuego fatuo en este caso “lleno de presunción o vanidad ridícula”.

Supongo que terminaremos denunciando las murgas de los Carnavales, desde el más famoso (Cádiz) hasta los de cualquiera de nuestros pueblos, donde dichas murgas que “interpretan canciones satíricas en los carnavales”, se mofan de personajes tanto locales como peninsulares e incluso de fuera del país.

La palabra “murga” tiene su origen en el Carnaval de Cádiz desde donde se extiende por España y parte de América. Y puede que los “ninot” de Fallas también deban suprimirse, desaparecer, porque se mofan de todos y de todo. Aprenderemos a bailar sardanas…

PEPE CANTILLO